Entusiasta promotor cultural, el cantante y escritor Eñaut Etxamendi (Ezterentzubi, Nafarroa Beherea, 1935) fue homenajeado en la Reunión de Escritores de Sara 2010. La editorial Maiatz ha comenzado a difundir su colección de escritos.
Ingeniero agrónomo y profesor, entusiasta promotor cultural, Eñaut Etxamendi (Ezterentzubi, Nafarroa Beherea, 1935) ha militado en Enbata y se ha implicado en el desarrollo de Herria. Comenzó a cantar junto a Eñaut Larralde, y sus primeras actuaciones fueron con Ez Dok Amairu. Además de compositor, es autor de novelas, novelas cortas, cuentos y poemas. La editorial Maiatz ha comenzado a publicar sus obras. En las entrevista que nos ha concedido, nos habla de la situación de Nafarroa Beherea en los años 60 y su recorrido hasta nuestros días.
La crisis agrícola en nuestro entorno no comenzó nada más terminar la guerra. De 1955 a 1965 los agricultores estuvieron a punto de echar la toalla, ya que la modernización todavía no había llegado. Además, nadie se preocupaba de ellos, sobre todo en la administración francesa. Aunque se producía mucho, no había trabajo y los autóctonos tenían que emigrar. Las chicas se iban de sirvientas a las ciudades, sobre todo a Burdeos y París. Los chicos, por otro lado, partían hacia California para trabajar de pastores. Era una lástima. Los que se quedaban en el pueblo no estaban mejor y muchos que permanecieron en sus casa se quedaron solteros. Cuando me fui a Bithiriña en 1967, encontré un total de 14 caseríos, en los que únicamente quedaba un solterón y nadie que le cogiera el relevo.
Yo tuve mala suerte a la hora de realizar mis estudios. Estudié en la escuela privada, y no fue fácil, ya que no se podían tener becas. En Toulouse, comencé en la Escuela Superior de Purpan gracias a un crédito que me concedieron los jesuitas y que empecé a pagar cuando me puse a trabajar. He realizado dos tipos de estudios, uno relacionado con la agricultura y el otro con la administración, la economía, las ciencias políticas y la sociología. De allí salí con la cabeza hinchada y pasé dos años en Senegal, realizando labores para el desarrollo de la agricultura en la región. Al volver, ya sabía lo que era el desarrollo, cómo estimular y gestionar a la gente, y qué tenía que hacer la administración para lograrlo. Había adquirido experiencia, y además era el tema concreto de mi tesis de ingeniería. Comencé a dar clases en la escuela privada de agricultura de Donibane Garazi, pero sólo contábamos con unos pocos profesores de los que una cuarta parte no tenía título. Sobrevivíamos en una situación realmente triste, pero mis mejores años los pasé allí.
En ese contexto surge Enbata y yo fui uno de sus primeros militantes. Jean-Louis Davant, Joanes Goyhenetche y yo nos reuníamos para reflexionar sobre la situación económica. Como era obvio, queríamos agitar el entorno y estábamos mal vistos por ello. En ese pequeño grupo de Enbata había quien, siendo euskaldun, no sabía euskera, como los de Biarritz o los de Baiona. No tenían ninguna experiencia en el mundo de la agricultura y no entendían nuestros editoriales. Además, nosotros veníamos de una ambiente universitario y decíamos las cosas de una forma más dura. Cuando a la gente se la trata de esa forma, acaba dando patadas.
Conocimos a Ana Intxausti, la primera persona en Iparralde encargada de gestionar actuaciones musicales. A través de Ana entramos en contacto con Ez Dok Amairu en 1965-1966. Ya habíamos comenzado en Uhartehi, Behaskan y Larzabal, pero nuestras primeras actuaciones fueron con Ez Dok Amairu. Desde que volviera a Euskal Herria en 1963, había compuesto un montón de temas. Sufrí un temblor terrible viendo la situación que había aquí, teniendo yo la formación que tenía. Nunca hubiera pensado que cantaría en público esos temas que escribí para sacar de dentro mis sufrimientos. Para cuando comenzamos con Ana Intxausti, ya teníamos escritas unos 20 canciones. Íbamos en el coche con Larralde y cantábamos por placer las canciones nuevas que había creado. Así las fuimos aprendiendo.
En el tema de las canciones he hablado de Ana Intxausti, pero me gustaría que no nos olvidáramos del trabajo realizado por Luzien Etxezaharreta. Sobre todos sus trabajos, destaca la creación de Maiatz. De aquí o de allí, sacaba dinero para pagar el papel y la imprenta. Es más: se encargaba de conseguir que los escritores realizaran su trabajo. Seguramente no hubiera escrito ni una cuarta parte sin Luzien. Yo intentaba hablar el euskera de los curas. La gente de la iglesia era la que más unida estaba al euskera oficialmente, y hablaban un dialecto de Lapurdi y Behe Nafarroa. Cuando oía el euskera de casa pensaba: ''No lo tendría que perder''. Por eso he realizado las entrevistas en ese dialecto.
Es obvio que Ezterenzubi, mi lugar de nacimiento, ha influido en mi obra. Yo creo que no es fácil mantenerse al margen afectivamente del lugar donde uno ha nacido o del lugar donde uno vive. Desde mi tierra se ven los montes de Orbaizeta cubiertos de nieve durante casi todo el invierno. Además, es un lugar de contrabando, de paso, con pastores, caza y pesca. Es un sitio que está lejos, pero cerca de la naturaleza. Las casas están muy alejadas unas de otras y ese trueque entre los barrios creaba una especie de poesía. No he encontrado ese tipo de romanticismo en ningún otra sitio. Generalmente, en mi mente, sigo en los parajes de mi tierra, y sus fantasmas, sus brujas y sus historias de contrabandistas habitan en ni espíritu. Ahora, en el terreno más efectivo y a la hora de hablar de chicas, me siguen llegando aquellos aromas: el aroma a flores que desprendían los grupos de gente, el olor que trae el viento sur desde el puerto, el aroma de las ovejas y el queso, las barbas de maíz bailando al viento al amanecer... sin todo esto no puedo embriagarme de una melodía.