Historia del canto
"En lugar del sentimentalismo tenso y un poco teatral de los latinos, y del atormentado desespero de las canciones populares balcánicas, anima las canciones vascas un espíritu de melancolía tranquila y contemplativa, serena y objetiva, como el mismo País Vasco."
Rodney Gallop, investigador británico
Quizás todo comenzara con un hueso de buitre, con tres agujeros, hace unos 20 000 años antes de nuestra era. Esa flauta prehistórica, descubierta en 1961 por el arqueólogo Eugène Passemard, en las grutas de Isturitz (provincia de Baja Navarra), es el instrumento de música más antiguo encontrado en Europa. Su forma y la disposición de sus orificios nos permitirían convertirlo en el antepasado del actual chistú (flauta de tres orificios) y de su variante suletina, la xirula. Otro descubrimiento muestra también la existencia de una cultura musical vasca muy antigua : en 1960, el etnólogo José Miguel de Barandiaran saca a la luz, durante unas excavaciones en la gruta de Atxeta, a pocos kilómetros de Guernica (provincia de Vizcaya), un cuerno de ciervo con tres puntas. Se trata de un cuerno capaz de producir hasta cuatro sonidos diferentes. Dicho instrumento, actualmente expuesto en el Museo arqueológico de Bilbao, podría remontar a hace unos 8 000 años. Seguramente la práctica de la música por pueblos "protovascos", cuya continuidad con los Vascos actuales se ha confirmado, se vio acompañada de una tradición vocal autóctona.
Pero a falta de documentos o de pruebas tangibles, las certitudes deben dejar sitio a las hipótesis y a las interrogaciones. Habrá que esperar al principio del Imperio romano para recoger el testimonio escrito del geógrafo griego Strabon quien describe a los Vascones "bailando al son de la flauta y guiando la danza con una trompeta". Una descripción que el antropólogo Julio Caro Baroja relacionará, en el siglo XX, con la "danza báquica" (edate dantza) conocida todavía hoy en el País Vasco.
La existencia de una música vasca en aquella época parece pues indiscutible, confirmada un poco más tarde por dos hijos de Kalagorri-Calahorra (en esa época ciudad vasca de la provincia de La Rioja), Marcius Fabius Quintalanius y Aurelius Prudencius quienes nos libran un precioso testimonio sobre la música de su época, evocando especialmente el canto polifónico a dos o tres voces practicado en su lugar de origen. Después, y a pesar de la probable influencia griega, celta y romana, la música vasca no sufrirá cambios radicales, hasta el periodo medieval.
CANTO GREGORIANO Y CANTO POLIFÓNICO
Durante la Edad Media, con la propagación del cristianismo, la música del País Vasco se va a ver profundamente influenciada por la introducción de una forma de canto monódico, compuesto esencialmente en los monasterios : el canto gregoriano. Reticentes en un principio ante esta nueva manera de abordar el canto, los vascos aceptarán poco a poco su estructura, apropiándose las melodías.
Testigos de esta adaptación, numerosos libros de cantos que datan de los siglos XI y XII, algunos de los cuales presentan una escritura musical en una sóla línea (notación anterior a la de cuatro líneas horizontales introducida a mediados del siglo XI por el padre benedictino italiano Guido de Arezzo). De esta manera, la música gregoriana modifica progresivamente las gamas utilizadas en la tradición de la música popular vasca, sin por ello llegar a imponerle su canto melismático (varias notas de música para una sílaba de texto). El canto popular vasco permanecerá silábico (cada sílaba cantada va unida a una sóla nota musical).
A partir del siglo XV, como consecuencia de la de la laicización de la música de iglesia, el canto polifónico, llevado a las plazas por los trovadores, conocerá una verdadera edad de oro. A principios del siglo XIV, existe ya en Navarra una escuela de polifonía y José de Anchorena, maestro de los pequeños cantores de Pamplona en 1436, compone ya música polifónica diferenciando las voces de los instrumentos. Otros dos compositores se encuentran en el centro de este auge de la música polifónica : Joanes de Antxieta, nacido en 1463 en Azpeitia (Guipúzcoa), quien ocupará las funciones de cantor y músico capellán en la corte de Fernando e Isabel de Castilla y Gonzalo Martinez de Bizkargi, nacido en 1460 en Azcoitia (Guipúzcoa), sin duda el primer músico vasco de renombre europeo por su trabajo de teorización del canto. Los primeros hitos de la llamada música "culta" quedan colocados. Música que seguirá su propio camino independientemente de los de la música y del canto populares.
EL CANTO POPULAR
Si la canción representa, sin duda alguna desde tiempos muy antiguos, uno de los elementos esenciales de la poesía popular vasca, la ausencia de archivos escritos ha privado, durante muchos años, a los investigadores, de un corpus que les permitiera ser conscientes de la verdadera medida.
Aunque pensemos que en el periodo medieval la canción popular ya era rica, según Jean-Baptiste Orpustan, autor de un Compendio de historia y literatura vasca, "casi todo lo anterior al siglo XIII se ha perdido al filo de las generaciones". Sólo han llegado hasta nosotros "los fragmentos de una literatura casi cotidiana nacida de la improvisación oral". Y habrá que esperar hasta el siglo XIX y la efervescencia intelectual del periodo de las "Luces vascas" para que algunos audaciosos letrados se interesen a esa tradición popular.
El primero de ellos será Juan Ignacio de Iztueta, autor en 1826 de uno de los primeros libros de cantos con notación musical editado en Europa. Dicho por el propio autor, esa obra, titulada Euscaldun Anciña Anciñaco, y realizada en colaboración con el músico Pedro de Albeniz, "no debe considerarse como un objeto de ocio, sino como un verdadero monumento nacional". Marca el principio de una dinámica que no dejará de crecer a lo largo del siglo. En efecto, el País Vasco no escapa a ese entusiasmo que se manifiesta en toda Europa en favor de las tradiciones populares. Es la época en la que Antoine d’Abbadie, futuro presidente de la Academia de las Ciencias, inaugura en el País Vasco Norte sus "Fiestas vascas", una especie de juegos florales que contribuyen a una mayor valoración del canto vasco.
Seguirán los cancioneros y los trabajos de Agustín Xaho, Francisque Michel, Mme de la Villehelio, Pascal Lamazou, J. D. J. Sallaberry, José Manterola, Charles Bordes o también Bartolomé de Ercilla, todos ellos pioneros en la construcción de un dominio específico que contribuyen a crear : el de la canción "popular" o "tradicional". En 1912, un concurso organizado por las diputaciones de las provincias de Alava, Vizcaya y Guipúzcoa, en el que se quería recompensar al autor del mejor libro de canciones populares vascas, será la ocasión para que dos eminentes musicólogos vascos constituyan una obra monumental y determinante para el porvenir del canto. Resurreccion Maria de Azkue (1864-1951) se lleva el premio y publica algunos años después su Chansonnier populaire basque (Cancionero Popular Vasco), colección de un millar de melodías con su transcripción en solfeo, comentarios y análisis, texto integral y variantes, y traducción de todo ello en castellano. El padre José Antonio de Donostia (1886-1956) termina, por su parte segundo en el concurso, y publica en 1921 una obra con cerca de 400 melodías titulada Euskal eres sorta. En adelante, consagrará toda su vida a ese trabajo de colecta. Esas dos obras constituirán por fin el corpus que faltaba en el País Vasco, permitirán descubrir los tesoros de la literatura oral vasca, tesoros que forman parte aún del repertorio popular actual.