Pierre Haira (1951, Uztaritze, Lapurdi) es un conocido gaitero, miembro de la Asociación Errobiko Kaskarotak. Lleva años organizando el festival Hartzaro, vinculado a los carnavales de Uztaritze. Además de repasar el nacimiento del festival, nos presenta esta quinta edición (2011), que arrancaba el 25 de febrero.
Xan Aire : ¿Cuáles son tus orígenes?
Pierre Haira : Nací en 1951, en Uztaritze. La familia de mi padre es de Uztaritze. Mi difunto padre tenía una chocolatería, que heredó de mi abuelo y de mi bisabuelo. Mi madre es de Atharratze, de la familia Hastoy; por eso digo que también soy un poco zuberotarra... Llevo casi toda mi vida trabajando en un banco Société Genérale.
Lejos del mundo de la cultura, por tanto...
Sí, pero no tanto, porque crecí rodeado de música. Mi abuelo por parte de madre era pianista, y mi padre cantaba en la iglesia. Mixel Labeguerie era su primo. Cuando tenía unos doce años surgió in grupito de danza en Uztaritze, y necesitaban músicos. Yo ya había practicado algo con mi abuelo en el piano, y recuerdo, además, que era un profesor duro. También aprendí a tocar el txistu con Paco Pagoaga. Tras un año en el conservatorio, mi hermano y yo empezamos a buscar músicos para tocar la gaita, y, en los años 70, conocimos a los hermanos Aguirretxe en Irun. Empezamos a tocar con sus gaitas.
Eso qué quiere decir que en Iparralde no había gaitas?
¡No había nada de eso! ¡Y tampoco gaiteros! Por tradición, estaban sobre todo en el sur de Navarra, en Álava y en La Rioja. Eran Elizaga, Agirretxe, Montero, la familia Pérez...
Lo que ya se ha dicho muchas veces: era fruto de una tradición y el final de una transmisión familiar. Recuerdo haber visto a todos ellos tocar, ya que en aquel momento eran muy conocidos. Un día, gracias a la hermandad entre los pueblos de Lizarra y Garazi, mi grupo de amigos y yo conocimos a los hermanos Lakuntza (a Javier y a Fernando). Éste último estaba refugiado en París, y nos hicimos amigos. Empezamos a tocar la gaita juntos, y he conseguido que esta afición se desarrolle en Uztaritze, al igual que Betti Bidart hizo en Baigorri.
Gaitero, muy unido a la calle, y organizador de carnavales...
Sí, ¡no hay nada sorprendente en eso! Además, tengo la misma trayectoria que cualquier abertzale militante: he colaborado en la creación de un grupo de danzas, he participado en las clases nocturnas de la ikastola, el trabajo con mi hermano... y los festivales!
Nuestro primer festival fue Herri Uzta, y se puso en marcha con la participación de Euskal Kultur Erakundea y de la asociación Kaskarotak de Errobi. Fue en 1992, en pleno verano, y realmente resultó muy difícil. Duró unos cuatro años, y la situación nos impulsó a organizar el festival en época de Carnavales. Eso nos gusto mucho, porque teníamos la oportunidad de dar fuerza un Ccarnaval que sufría dificultades. Juntar en la calle música, danza y carnaval, y acercar todo ellos a los lugareños es algo muy importante. Es así como surgió el festival Hartzaro, un nombre que le puso Daniel Landart. Este año el festival cumple su decimoquinta edición.
Nada más nacer el festival, sentisteis la necesidad de no dejar perder vuestra identidad...
A eso le damos muchísima importancia. El Carnaval es un tradición que ha perdurado durante siglos en Uztaritze. Al margen de la época de guerra, nunca se ha interrumpido durante más de cinco o seis años. Desde que conozco el Carnaval, los chicos que hacían el servicio militar también participaban. Esos chicos jóvenes, solteros, iban de kaskarot para sacarse algo de dinero. Iban de casa en casa en Uztaritze, pero también viajaban hasta Baiona, Biarritz y San Juan de Luz. Antes, incluso llegaban hasta San Sebastián y Dax. Era un oficio, aunque también hacían sus fiestas con lo que sacaban. Nosotros, en 1968an, volvimos a recuperar los kaskarot, después de crear el grupo de danza Izartxo. Se ha convertido en una tradición de la asociación.
Una tradición de la asociación, pero también entre los chicos jóvenes... No puede ser algo que guste a todos...
Es verdad, y en dos sentidos además! Nosotros hemos mantenido la tradición entre los chicos, y con mucha polémica. Recuerdo que un año una chica salió de kaskarot, y, además, pidiendo. En una casa, tuvimos que escuchar una bronca, que nos llevó a realizar una reflexión entre nosotros: hemos decidido seguir con la tradición entre los chicos. Pero en Ezpeleta, por ejemplo, sé que solo las chicas salen de kaskarot. Allí lo han llevado al otro extremo. En nuestra opinión, y en la mía propia también, es una tradición masculina, con danzas también sasculinas. Es por eso que me gustaría poner en marcha una nueva concepción, en la que las chicas también salgan en época de Carnaval, para ir de casa en casa. En este caso, la transmisión sería de chicas a chicas, al igual que con los chicos. Es un proyecto para 2012.
¿Y los propios Caravales, en qué medida los habéis atrapado?
Recuerdo al Zanpantzar el miércoles de ceniza. Había una camioneta, que pasaba por las calles con música de Anje Duhalde, entre otros. A medida que pasó el tiempo, esa tradición se perdió. En 1979 intentamos recuperarla, pero fue en vano. En 1985, después de prepararlo durante todo el año, conseguimos recuperar los carnavales. Teníamos artistas, y profesionales además: gente como Pascal Gaigne y Mizel Theret, por ejemplo. Partiendo de personajes de la mitología vasca, creamos disfraces. Metimos personajes tradicionales como las Zirtzilas, y animales simbólicos como el Oso, símbolo de los carnavales tanto aquí como en algunos países de Este (Bulgaria, por ejemplo). Intentando involucrar en el proyecto a cuantos más ciudadanos, y el éxito fue rotundo, aunque fuera envuelto en un mar de críticas.
¿Por qué esas críticas?
Tiramos más hacia lo contemporáneo, sin mutxikos ni cosas tradicionales. Los trajes tampoco gustaron demasiado. Nosotros, sin embargo, habíamos sentido una chispa, que iluminó todo Uztaritze. Hemos seguido esa línea de creación, y, acercándonos algo más a la tradición, en 1996 nació el festival Hartzaro. Desde entonces sigue en marcha, con muy buena salud: reúne a mucha gente. En 2009, por ejemplo, reunimos unos 5.000 personas en el desfile del martes de carnaval. También vino gente de Hego Euskal Herria.
Resúmenos, en dos palabras, el programa de 2011
El festival arranca el último fin de semana de febrero, el viernes por la tarde. Beñat Zintzo-Garmendia inaugura esta edición, con una conferencia sobre los carnavales. El sábado por la mañana, tenemos matanza del cerdo; y, por la tarde, carnaval escolar, en el barrio de Arruntza. Esa misma tarde, habrá concierto y espectáculo en la iglesia: primero las hermanas Etxegoien, y después el espectáculo Sakratua.
El domingo, habrá kaskarotas en el barrio de Herauritz, además de carnavales locales. El siguiente miércoles, habrá cuentos para los más pequeños, y el espectáculo Hau dela, hori dela para los adultos. En Latsa, por la tarde, se han organizado conciertos de metal, en el bar Ttirritta.
El segundo fin de semana, habrá conciertos en casi todos los bares del pueblo. Eso será el viernes por la tarde. El sábado, los más pequeños podrán disfrutar con el concierto de Philippe Albor, y el desfile de las espectáculo de las escuelas en Kiroleta. Por la tarde. Expela ofrecerá un fragmento de su obra Jauregitik, y también habrá actuación de Aukeran. El domingo, grandes y pequeños recorrerán el pueblo como kaskarotas, y por la tarde tendrá lugar el Campeonato Infantil de Canto. El gran día llegará con el martes de carnaval, con un desfile por las calles a partir de las 18:00 horas.
Vemos fusión entre tradición y nuevas creaciones, además de la intención de transmitir todo esto...
Para nosotros son imprescindibles. No perder nuestra identidad, vasca y de Uztaritze, ha sido siempre nuestra preocupación. El primer paso ha sido conocer nuestras costumbres, pero con un punto de vista especial: teniendo en cuenta que la tradición también fue creación en un momento determinado.
Hemos podido seguir adelante porque hemos hecho esa reflexión constantemente. Teniendo eso claro, nos hemos puesto mano a la obra con la transmisión. Hartzaro es un festival de adultos, donde casi no hay niños, pero con 250 actores en un desfile. Durante la preparación, unas 40 personas nuevas se involucran con quienes ya están metidos en el proyecto, y eso es una regeneración constante. Además, también visitamos las escuelas antes de que dé comienzo el festival, para que los jóvenes y los niños también prueben el carnaval. La transmisión es el corazón de este festival, y el carnaval tienen que entrar en el pueblo. Es una forma de ayudar a mantener con vida nuestra cultura, y pone de manifiesto su buena salud.