Nicole Lougarot (1963, Gotaine, Zuberoa) es miembro de la asociación cultural Hebentik y se ha dado a conocer en el terreno cultural tras escribir el libro Bohémiens (2009, Gatuzain). Su análisis sobre el pueblo gitano agitó las mascaradas de Zuberoa y estremeció al público vasco. Desde entonces, ha continuado con dicho estudio, viajando y escribiendo varios artículos. Aquí los explica y, de paso, comenta el difícil momento que atraviesan las mascaradas.
Xan Aire: Siendo euskaldun berri como eres, ¿qué relación tenías de pequeño con nuestro idioma y nuestra cultura?
Nicole Lougarot: Mi abuelo y mi abuela sí que sabían hablar euskera, pero mi padre nada y mi madre no lo bastante. Mi madre era de Maule Gaine, adonde han venido muchos españoles, y el idioma comunitario en el barrio era el francés. En lo que respecta a mi padre, sus padres se fueron a París. Al volver a Zuberoa, quisieron un buen camino para su hijo y lo dirigieron a ser profesor, de francés... De todas maneras, le enseñaron danzas y canciones vascas, y él también nos las enseñó a nosotros cuando fue padre. Ha sido sujet (personaje de las pastorales suletinas) en dos pastorales, sin hablar euskera. Etxahun lo escogió por su voz. Entiende un poco, pero no lo habla. Y yo también estuve así mucho tiempo.
Pero aprendiste euskera, al fin...
N. L.: Sí, pero me costó. Me paso enseguida al francés, y eso me preocupa. Con todo y con eso, afortunadamente, existen las expresiones culturales. Y hablando de eso, otra curiosidad: aprendí el fandango en Normandía. Y Mixel Etxekopar también me ha ayudado mucho, sin duda. De joven, mis hermanas eran militantes; yo, no tanto. Recuerdo que oí decir a un joven del pueblo enbata; para mí, era como decir terrorista; no sabía qué era.
¿Y te interesaban las mascaradas?
N. L.: Eso también llegó más tarde, porque no entendía todo.
¿Cómo explicas las dificultades de los últimos años?
N. L.: Últimamente, debido a unos graves hechos, han estado regular. Pero en otros muchos pueblos, el problema era otro. En nuestro pueblo, en Gotaine, el grupo de danzas ha querido hacer mascaradas, pero al final no ha podido, porque no sabían euskera lo suficientemente bien. Y ese es el principal problema: el idioma. La juventud no sabe euskera, o no lo bastante. Y eso es fundamental en la mascarada.
Otro problema es si es políticamente correcto. ¿La crítica pública se soporta cada vez menos?
N. L.: Criticar es bastante nuevo. Comenzaron en Urdiñarbe, escuchando la voz de los abertzales, pero a la gente le encanta todo ese juego.
¿Qué papel tienen hoy en día las maskaradas?
N. L.: Tienen una función social, sobre todo para los jóvenes de los pueblos; hacen algo juntos, y en euskera. También es importante para los euskaldunes, ya que así tenemos algo para nosotros. Por otro lado, es muy hermoso: el invierno, el colorido, comer y beber juntos, el ambiente... Es algo mágico. El encanto de las pastorales en verano es semejante al de las mascaradas en invierno. A mí lo que más me gusta es el ambiente que hay por la mañana, llegar al pueblo, las barricadas... Es muy rápido. Luego, por la tarde, hay algo muy emocionante, muy bien hecho, en el centro de la plaza: el teatro callejero. Para reflexionar acerca de eso, la pasada primavera, con ocasión del festival Xiru, creamos el espectáculo Maskar.
Tú, en cambio, con tu libro 'Bohémiens', has puesto sobre la mesa otro punto de vista sobre las mascaradas...
N. L.: He realizado un pequeño estudio sobre los gitanos, y, desde entonces, veo las mascaradas de otro modo. En las mascaradas, los gitanos siempre están haciendo actos lujuriosos, diciendo cualquier cosa, borrachos... No sabía que había una comunidad gitana en Euskal Herria. En las mascaradas, a veces me suelo trabar... Por la tarde, tal y como salen los gitanos, yo percibo racismo. Amo la fiesta, pero veo racismo. En las palabras, en el juego, en el centro de la plaza... el discurso suele estar muy en el límite.
Hace poco has estado incluso en Rumanía, para ver las mascaradas de allí...
N. L.: Sí, y es lo mismo. Allí, sin embargo, aparecen los cíngaros claramente; aquí, no. No obstante, en las mascaradas de Zuberoa suelen estar ahí; a veces, en el público. Pero nunca les he preguntado qué opinaban de ello.
De todas formas, ¿fueron ellos quienes trajeron las mascaradas a Euskal Herria?
N. L.: En mi opinión, sí. En Rumanía me ha quedado claro. Dejando a un lado las danzas, la música y la lengua, las coincidencias son asombrosas. Eran lo mismo, incluido el zamaltzain; el mismo ambiente. En su origen, las mascaradas eran fiestas de gitanos. Iban de pueblo en pueblo y había barrikadas. En Rumanía existe eso, y también en Italia, en la zona de Nápoles. Este verano he estado allí. En mi opinión, en los sitios mencionados era el mismo grupo de cíngaros. Los amigos cíngaros de Modavia han sentido algo especial cuando han venido a Zuberoa. ¡Son nuestros primos! En serio, quiero llevar mi investigación más lejos.
¿Cómo y cuándo entró ese racismo que tú comentas en las mascaradas?
N. L.: No lo sé. No es sencillo, pues los gitanos han estado aquí. No es que solo pasaran, se han establecido aquí. Ha habido mezclas. Para empezar, han aprendido euskera. Incluso ha habido bodas entre vascos y gitanos. En la Baja Navarra y en Zuberoa, en Mendikota, Ozaze... vivían unidos unos a otros. Hoy en día, viven en casas, tienen trabajo... De todas formas, durante mi estudio he oído que los gitanos estaban integrados en Euskal Herria, pero no es cierto. En general, es complicado para algunos de ellos.
No solo en Zuberoa, en la Baja Navarra existe el ejemplo de Izpura...
N. L.: Puedo decir que en Izpura en 1860 aún no había gitanos. Por tanto, no es un fenómeno muy antiguo en ese pueblo. Sin embargo, nunca he presentado mi libro en la Baja Navarra.
Hoy en día, ¿cómo sabe la gente si son gitanos?
N. L.: No lo sé. Conozco algunas familias, pero no me resulta cómodo ir adonde ellos a preguntarles.
¿Aún es tabú ser gitano en Euskal Herria?
N. L.: Sí. Una mujer quiso hacer un documental, pero los gitanos no quisieron contestar. Me duele que en las mascaradas ese pueblo esté representado por esos desvergonzados.
¿Cómo se puede cambiar eso?
N. L.: El primer paso debería ser conocer la historia de los gitanos. Por ahí vendrán los cambios. Hoy en día, nosotros, los vascos, somos los rojos (gorriak) y los gitanos son siempre los negros (beltzak), pero, en mi opinión, antes no era así, en absoluto. He visto en algunos libros a gatuzain como pitxu, o a zamaltzain siempre a la fuga, a la carrera. Ahora, zamaltzain es elegante, pues es de los nuestros. Nosotros, los vascos, somos, en todo caso, nobles. Y el pueblo vasco, ¿dónde está? Se necesita un mayor equilibrio. En Rumanía, los hombres y mujeres hacen de kauter (calderero), embarrados, sucios... Deberíamos reirnos más de nosotros mismos. ¿Por qué disfrazarse de gitanos para decir ciertas cosas? Uniendo las mismas piezas del puzle, y colocándolas de forma diferente, se pueden abrir nuevas perspectivas. Pero si seguimos negando a los gitanos en nuestro propio entorno, será dificil que la cosa cambie en las mascaradas. Aún así, nuestra sagrada cultura del carnaval pudiera ser una cultura gitana.
* Maskar quiere decir centro en el idioma de los cíngaros. En marzo de 2012 habia dos representaciones de dicho espectáculo en Zuberoa.