El conocido contador de cuentos Koldo Amestoy (Arrueta, Baja Navarra, 1952) se ha convertido en embajador de la oralidad por todo el mundo. Inspirado en colecciones de cuentos antiguos, actualiza las leyendas y hace versiones de las distintas creaciones. Al comienzo del año 2011, el contador de cuentos presentará su espectáculo 'Biribilketa'. Está inspirado en las danzas del mismo nombre.
K.A.: Nací en Arrueta (un pequeño pueblo entre Donapaleu y Bidaxune) hace 57 años. Mi padre era caminero y mi madre, ama de casa. Estudié en Donapaleu, y después me mudé a Angelu, para aprender arquitectura. De los 17 a los 19 años, trabajé en toda clase de oficios: cantero, carpintero...
A esa edad comienza mi historia como contador de cuentos. Yo era muy tímido, y en el Liceo un amigo me llevó de la mano al club de teatro. Imagínate; yo no sabía lo que era el teatro. Me metí en ese mundo de cabeza, y me encantó. Encontré en él una forma de vida, una forma de superar mi timidez, y de poder hablar delante de la gente.
Tenía que trabajar en algo, y fui a Hazparne a dibujar planos para la construcción. Compaginaba el trabajo con diferentes cursos: teatro, danza africana, canto... un poco de todo. Algunos cursos eran por placer, otros por curiosidad, pero con todos ellos buscaba ponerme sobre un escenario.
K.A.: A partir de 1980, fui responsable de AEK en Iparralde durante dos años. Junto con los compañeros de Bilbao trabajábamos para montar AEK. También colaboré en Radio Adour Navarre, la primera radio libre, donde emitíamos un programa de AEK en euskera. Ahí comencé a contar historias.
K.A.: Poco a poco, me acerqué al mundo de los títeres, y a través de ellos al cuento. Un cuento tiene su propia estructura: introducción, nudo y desenlace. Tenía material para un espectáculo de marionetas. Dejé los títeres y me quedaba el cuento. Entonces, comencé a investigar el mundo de los cuentos, asimilando el ''psicoanálisis de los cuentos de hadas'', y, al final, me lancé a la oralidad.
K.A.: Conté un cuento por primera vez en un campamento de verano, en Bidarrain, cuando tenía 25-26 años. En 1983, participé en un festival de cuentos en la comarca de Dordogne. Allí coincidí con cuenta-cuentos de todo el mundo: de Egipto, África... Hasta entonces, para mí el cuento era cosa de niños, pero me di cuenta de que ellos trabajaban con cuentos dirigidos a gente adulta. Yo también participé en el encuentro, y, por primera vez, lo hice en francés. En Euskal Herria solía hacerlo en euskera, por lo que, poco a poco, empecé a hacerlo en los dos idiomas. Me di cuenta de que tenía que trabajar cada idioma de forma diferente. Fue ese año, en 1983, cuando decidí ser cuenta-cuentos.
K.A.: El cuento es algo así como un paraíso, un espacio muy especial... un tesoro. El cuento tiene su propia identidad y su función. En ocasiones, esta función no se ve tan claramente, quizá porque el cuento ha sido contado en muchas ocasiones. Cuando estoy contando un cuento, surgen imágenes en mi mente. Las voy narrando y, a medida que las comento, van surgiendo otras. Cada persona tiene sus propias imágenes. Es conveniente darle tiempo a la gente para que vaya creando sus propias imágenes y decorando el cuento. Nos suelen dar las gracias por ello, porque les dejamos tiempo para que disfruten de sus propios sueños. Mientras cuentas el cuento y hablas de un personaje, no entras mucho en detalle. Tú creas el dibujo y la gente le da color, vida y todo lo que quiera. Para lograr esto, los silencios son muy importantes en un cuento narrado. En muchas ocasiones, volvemos a dar vida a cuentos escritos que están dormidos.
K.A.: Sí, creo mis propios cuentos: me los invento, los escribo y los mezclo con otros. Además, intento introducir una visión más actual en los cuentos populares. El hilo de la historia suele estar relacionado con la memoria vasca y con el universo de los cuentos a nivel mundial. Pero, también introduzco algunos detalles o imágenes especiales, con los que me alejo de las pistas y con los que vuelvo al hilo de la historia: tenemos mucha libertad a la hora de contar un cuento, posiblemente una libertad que otros no tienen. Contamos con palabras diferentes, un ritmo diferente y una manera diferente de contar las cosas. Creo que así el cuento es más actual, y es más fácil que llegue a la gente.
K.A.: La verdad es que el cuento suele tener un ritmo, o tu tienes que dárselo. Con la ayuda de un músico, puedes crear una atmósfera especial. Por ejemplo: En el espectáculo "In vino fabula" he reunido y adaptado textos sobre el vino. Junto con el cantante Pantxix Bidart he escrito unos poemas en relación con la música. Unir música y cuento se convierte en un trabajo a dúo. Le da gracia al espectáculo y deja espacio para la improvisación, lo que crea un juego muy agradable.
K.A.: Estoy trabajando en un espectáculo muy especial, que estrenaremos el 5 de noviembre en Hazparne. El coreógrafo Pascale Lasca está creando varios pasos, aunque no es un espectáculo de danza. En primer lugar es una historia sobre una pluma negra muy peculiar. Biribilketa es la melodía de una danza, y, al mismo tiempo, una palabra para denominar a la forma espiral. En esa danza, se forma una cadena de gente, con una persona como guía, que forma una especie de espiral mientras baila. En todo el mundo hay danzas de este tipo. En Chiapas se llama danza del caracol
, y pueden pasarse horas y horas bailándola.
Yo he querido entrar en esa pequeña magia de la biribilketa. En cualquier historia, siempre busco la base real. El simbolismo es muy importante para mi, me ayuda. Esa fuerza y esos gestos los tenemos ahí desde hace tiempo, y los tenemos que mantener con vida en el futuro.