La danza vasca y el ballet clásico
Luis XIV probablemente ya vio bailarines vascos en los actos protocolarios y festivos de mayo de 1660 en Laburdi.
La boda entre Luis y María Teresa fue una boda de estado y, por tanto, las nupcias celebradas en San Juan de Luz fueron dignas de tal acontecimiento. Parece ser que el Rey Sol se llevó consigo a París el recuerdo de los dantzaris que vio porque, un año después, al crear en 1661 la academia de danza, hizo llamar hasta allí a veinticinco bailarines vascos. ¿Será esta la razón por la que la nomenclatura de la danza académica inlcuye pasos vascos? El pas de basque y el saut de basque se bailan en todas las escuelas de ballet. Son los únicos pasos de la nomenclatura de la danza clásica con denominación de origen.
No sabemos qué huella imprimieron los bailarines vascos en esa primera academia de danza de París. Aparte de esos sugerentes nombres recogidos en la danza clásica, no sabemos gran cosa de la influencia que los vascos pudieron tener en la evolución del ballet. Se suelen subrayar las similitudes de las danzas de Guipúzcoa y Zuberoa con la danza académica para argumentar que la danza vasca es la madre del ballet clásico. Pero debemos confesar que la sombra del mito es más larga que el hilo de la investigación sobre el tema y que poco o nada sabemos más allá de los escasos datos mencionados.
No hay duda de que existen similitudes coreográficas, y no solo entre la danza vasca y la clásica. Estudiadas paso por paso, las danzas Morris de Inglaterra, la escuela bolera de España, las danses de caractére de la Provenza o las Calusari rumanas son sorprendentemente parecidas. Como ha observado Juan Antonio Urbeltz, en las academias militares de los siglos XVIII y XIX se observan el mismo repertorio y la misma didáctica de la danza que trabajaron los maestros del danza a partir del siglo XVI en las cortes de Europa, y que describió el zaldibiarra Juan Inazio Iztueta en el libro sobre las danzas guipuzcoanas publicado en 1824.